Conspiracy

(La solución final)

Cartel de anuncio

Director

director

Actores

Actores Actores Actores Actores Actores Actores Actores
imagen Izq imagen Izq imagen Izq imagen Izq imagen Izq imagen Izq imagen Izq imagen Izq imagen Izq imagen Izq
imagen Der imagen Der imagen Der imagen Der imagen Der imagen Der imagen Der imagen Der imagen Der imagen Der
imagen Inicial

Película británica de 2001 dirigida por Frank Pierson con guión de Loring Mandel e interpretada por Kenneth Branagh (en el papel de Heydrich) y Stanley Tucci (en el de Eichmann). El título en español fue el más acertado: “La solución final”.

Película sobria, escueta pero acertadísima para el tema que trata: la reunión (discreta/secreta) celebrada en una villa del sudeste de Berlin (Wansee) el 20 de enero de 1942, donde se establecieron los planes de exterminio de 11 millones de judíos europeos.

En esas fechas, la posibilidad de la derrota de Alemania ya se percibía como una eventualidad muy real: el frente ruso se había estancado, y los americanos habían entrado en la guerra desde cuyo comienzo la agresión y violencia racial se había intensificado y las matanzas habían empezado, si bien, no sistemática y exhaustivamente.

Como anécdota cabe decir que existe otra producción anterior alemana (“Wanseekonferenz”), de 1984, también notable, y que dura 85 minutos, los que duró la conferencia.

Despojada de efectismo barato, ausente tanto del guión como de la cámara, la propia quietud, solidez y aislamiento de la magnífica mansión, rodeada de apacibles prados nevados, nos introduce, y contrasta, con el ambiente frío y sobrecogedor que va a tener el tema a tratar. En ayuda de ello consignamos el excelente trabajo del elenco de actores que da vida, convincentemente, a los personajes reales.

A la reunión asisten 15 hombres (¿?), todos titulados universitarios, situados en altos cargos de diversos departamentos del Tercer Reich, desde oficiales de varias ramas de las SS a representantes de Ministerios (economistas, abogados, administradores etc...) implicados en la “solución final al problema judío”.

Se pretendía mantener la confidencialidad de la reunión; los asistentes no revelarían nada acerca de la misma, y los documentos deberían ser destruidos. Los protocolos y la minuta número 16 (de un total de 30) fueron encontrados por las tropas aliadas tras el fin de la guerra.

Hoy se sabe que el principal incentivo para llevar a cabo el genocidio planificado fue el saqueo económico de personas y territorios (se proyectó, por ejemplo, la muerte por hambre de soldados prisioneros y población soviética).

La reunión, posterior a una opípara comida, nos va mostrando a los diversos participantes y las posiciones y actividades de cada uno, los intereses y competencias contrapuestos que se evidencian, ajenos todos por completo al hecho de que trataban del destino de seres humanos, y no del concepto "logístico" de "unidades" al que se referían.

Sólo se manifestó una reticencia ético-estética (la del Dr. Friedrich Kritzinger -David Threlfall-, Secretario de Estado de la Cancillería del Reich) que fue acallada sin sutilezas pese a los modos corteses (pero duros y gélidos) con que se desarrolló la sesión, y que revela la, de hecho, escasa convicción del discrepante.

Con suma facilidad se fueron reduciendo los distintos problemas competenciales, fruto exclusivo de pequeños egoismos y protagonismos y no por escrúpulos de "conciencia" ante aquella aberración que iba a superar a todas las barbaridades previas

Conciliadas todas las objecciones terminarán de perfilarse en la mesa de trabajo las funciones de cada uno. Una sociedad totalitaria, como lo es la sociedad nacionalista, es una sociedad de cómplices, en mayor o menor grado, donde cada uno "sabe lo que tiene que hacer", no hace falta un lenguaje explícito ni instrucciones escritas. Y para agradar a la jerarquía, conservar el estatus y ser acreedor de los incentivos del sistema, basta con actuar con tanto radicalismo y falta de escrúpulos como el que más. Pese a otorgarse a sí mismos la categoría de "raza valiosa" esos personajes, representantes de muchísimos más, encarnaban lo más bajo: el infrahombre.

En todo momento contrasta la suntuosidad de la villa y el encanto del entorno con la ligereza y practicidad, exenta de pasión ideológica, con la que esa gente acometió su macabra empresa.

El conductor de la reunión fue Reinhardt Heydrich, (SS-Obergruppenführer, jefe de la SD -servicio de seguridad de las SS- y jefe del Protectorado de Bohemia y Moravia; subordinado directo de Himmler) individuo sin escrúpulos como lo atestigua su biografía previa a su ingreso en el partido nazi. Adolf Eichmann (SS-Obersturmbannführer, jefe de la Oficina de Asuntos Judíos), mano derecha y continuador del proyecto de Heydrich tras su muerte, organizador material de la reunión, también ejerce su papel de funcionario concienzudo y minucioso al servicio de una idea aberrante, es el prototipo del ciudadano alemán de la época, no reprimido ni conforme pasivo sino ilusionado con lo que el régimen le ofrece, le mima. Ambos actuaron bajo las órdenes directas de la élite nazi: Hitler y Goering especialmente.

Otros dos personajes destacan y son de hecho opuestos. El abogado -Wilhelm Stuckart (Colin Firth)-, representante del Ministerio del Interior, legalista, preciso, autor de las leyes raciales de Nuremberg, empeñado en defender esa "legalidad" (como cobertura racionalizadora de la barbarie, y del antisemitismo, frente a la brutalidad desnuda de los SS), epítome de un régimen del que es estructura principal en mayor medida incluso que los asesinos en masa de las SS, a cuyo representante (Heydrich) termina por desquiciar, pero ante quien cede, dada la amenaza de ser eliminado por estorbar órdenes directas de Hitler; se trata de una escena que es quizás la única donde se muestran emociones, si bien, contenidas.

El contrapunto del estricto abogado es el representante del partido, un cerdo cebado de pensamiento simple y brutal, la otra cara de la moneda nazi.

Tanto la película como el protocolo hacen gala del lenguaje críptico y burocrático que tanto gustaba a la maquinaria nazi, una muestra del cinismo y de la perversión del lenguaje tan propia de los totalitarismos. El testimonio del propio Eichmann, juzgado y ejecutado en Israel, confirma que, en realidad, se empleó un lenguaje más crudo y directo, utilizando términos como “exterminio”.

La película deja una sensación desagradable, de desolación ante la desnudez de las intenciones y la frialdad en su aplicación, casi obscena, con un final acompañado por la quinta sinfonía de Schubert, que preludia una tragedia indefinible. Lo que aún se acentúa más al saber que de los 15 participantes sólo dos fueron condenados a muerte por crímenes contra la Humanidad (el doctor Bühler y el comandante del SD Schongarth, aparte del citado Eichmann).

Otros murieron antes y algunos salieron indemnes por falta de pruebas o tras pocos años de cárcel.

Los últimos compases de la película nos muestran los meticulosos y rutinarios gestos del servicio recogiendo y limpiando los restos de la reunión. La minuciosidad con que se describe nos sugiere una metáfora de la rutina y "normalidad" (prácticamente indiferencia), con que "el poder", no sólo aquel régimen, puede llevar a cabo sus más indecentes deseos apoyándose en la siempre presente colaboración de elementos capaces de ahogar en una distante actitud burocrática y un eficiente metodismo cualquier atisbo de conciencia y de conexión con el objeto real sobre el que se actúa. De ahí la placidez de las escenas finales, como si nada hubera ocurrido.

Pero, a modo de epílogo, aún encontramos una escena más: cuando ya todo ha quedado oscuro y en silencio (han terminado todas las labores domésticas), dos sombras -siluetas-, de un hombre y una mujer, salen de la casa alegremente, entregados a sus jugueteos amorosos, suben a una bicicleta y se van. Para ellos tampoco ha ocurrido nada. Por supuesto eran empleados del servicio. Nada hace suponer que se tratara de miembros del partido, aunque probablemente seleccionados para la ocasión. En cualquier caso representaban al alemán corriente. Seguramente desconocían a los asistentes, elementos de posición alta dentro de la maquinaria del régimen, pero no eran personajes públicos como Goering, Goebbels etc.., obviamente ignoraban el objeto de la reunión, pero las puertas de la sala estuvieron abiertas durante un tiempo, en los recesos los personajes salían y comentaban entre sí con poca discrección... algo pudieron sospechar pero de hecho no les interesaba lo más mínimo. Simboliza la actitud de la población alemana, que después afirmaba desconocer lo que ocurría y las intenciones del régimen, pese a que todo sucedió a su alrededor y con poca o ninguna discrección. No veían lo que no querían ver; ellos vivían aceptablemente bien y no tenían nada que temer: la complicidad se dio a todos los niveles.

En esta película, con la salvedad del objeto de la reunión, encontramos un completo paralelismo, en nuestro propio país, con las actitudes de los jerarcas al violar "burocráticamente" los derechos y libertades de las personas mediante la aplicación artera de leyes-tapadera elaboradas por ellos mismos, y de la sociedad cómplice que además mira hacia otro lado ante los abusos y crímenes: aquí y ahora.

imagen Final